miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cultivos transgénicos.

Un cultivo transgénico es aquel que contiene un gen o genes que han sido insertados artificialmente por medio de la biotecnología moderna, en lugar de haberlos adquirido por medio de la polinización. La secuencia de genes insertados puede provenir de otra planta no relacionada o de una especie completamente diferente.

Estos cultivos pueden ofrecer una mayor productividad agrícola o mejorías en la calidad del contenido nutricional de estos, por lo que eventualmente se puede llegar a realzar directamente la salud de las personas.

Variedades de soja, maíz y algodón, entre muchos otros cultivos se han mercadeado en diferentes áreas del mundo. En la actualidad se estima que los cultivos transgénicos cubren aproximadamente el 4% del área cultivable global.

Los principales objetivos de los cultivos transgénicos son:
1. Optimizar la composición de nutrientes.
2. Mejorar la estabilidad de los nutrientes.
3. Aumentar la cantidad de antioxidantes y vitaminas.
4. Eliminación de compuestos anti-nutricionales.
5. Eliminación de proteínas alergénicas.
6. Producción de compuestos dietéticos.
7. Producción de fitoquímicos.



Siembra directa de Soja en Argentina.

Este tipo de cultivo se ha vuelto muy rentable durante los últimos años en nuestro país.

Hacia la década de 1970, este cultivo y la agroindustria relacionada con su procesamiento, comenzaron a crecer rápidamente en Argentina. Esto se debe a un aumento de la demanda mundial de granos de soja y sus derivados. Estos últimos se vinculan por su incorporación como complemento de la alimentación animal en Europa y porque el mayor consumo mundial de aceites vegetales, es entre ellos el de Soja.

Pero, lo más sobresaliente de la agricultura argentina desde 1996, fue el increíble crecimiento del cultivo de soja transgénica, año en el que justamente se permite el uso de esta semilla. Desde aquí nuestro país evidencia un acelerado crecimiento de su superficie cultivable como de su producción sojera.

Esto se debe gracias a que este cultivo transgénico, va acompañado de un paquete tecnológico, por lo general esta alude a una siembra directa y al uso de herbicida glifosato, logrando así que se aumente los rendimientos y a su vez, disminuya los costos de los productores.

Además en los últimos años, la frontera agrícola se extendió por todo el país, debido a esta fórmula sorprendente. Así, este cultivo tuvo su expansión en provincias como Chaco, Salta, Tucumán, Formosa, Misiones, Santiago del Estero y la Pampa, consideradas anteriormente marginales, en cuanto a su punto de vista agronómico; y en las provincias de la región pampeana.

Lo más sorprendente es que este cultivo desplazó a otros muy característicos, comos ser el algodón, el arroz, la caña de azúcar o los cítricos, debido a sus altos y beneficiosos precios para su exportación.

Sin embargo, esta actividad tiene sus desventajas, por ejemplo: genera despoblamiento en las áreas utilizadas y debido a la alta tecnificación, entre otras cosas.

Actualmente, la cosecha de Soja hace que Argentina se inserta en el mercado mundial como uno de los principales productores. Tal es así, que el incremento de esta en 2009/2010 alcanzó un nuevo récord comparado a campañas anteriores (aproximadamente 52 millones de toneladas), con una superficie sembrada estimada en 19 millones de hectáreas, distribuidas en regiones de todo el país.

martes, 8 de noviembre de 2011

Pools de siembra!

Es la denominación que recibe en la Argentina un sistema de producción agraria caracterizado por el papel determinante jugado por el capital financiero y la organización de un sistema empresarial transitorio que asume el control de la producción agropecuaria, mediante el arrendamiento de grandes extensiones de tierra, y la contratación de equipos de siembra, fumigación, cosecha y transporte, con el fin de generar economías de escala y altos rendimientos. Al finalizar la cosecha y realizarse el producto, las ganancias son distribuidas. Legalmente son fideicomisos agropecuarios. La palabra inglesa "pool" -en este uso, significa "vaca" o "colecta", es decir, se trata de un fondo que reúne el aporte en dinero de varios inversores, para con ese dinero proceder a contratar los bienes y servicios necesarios para realizar una cosecha agraria, y luego distribuir la ganancia entre los miembros del pool. El sistema desempeña un papel dominante en la producción de soja en la que la Argentina se ha vuelto tercer productor mundial en el mercado de venta del producto en bruto (semillas y porotos), y primero en el mercado de aceites de soja.

Origen y Desarrollo:
Los pools de siembra comenzaron a actuar en la Argentina la década de 1990, pero se retiraron a fines de la misma debido a la grave crisis económica que sufrió el país. Finalizada la crisis, los pools retornaron en 2003 y se instalaron como uno de los principales y más redituables negocios en la década del 2000.
Inicialmente estaban formados exclusivamente por productores agropecuarios que buscaban ganar escala, pero poco a poco fueron adoptando una modalidad financiera independiente, abiertos y orientados a la atracción de capitales de cualquier origen.
En la década de 1990 se estimó que unas 400 mil hectáreas se estaban trabajando de acuerdo con este sistema. Para el año 2002, esa cantidad se había elevado a 2 millones, equivalente a un 20% del área total sembrada por soja.

Funcionamiento:
El organizador del pool suele ser una empresa financiera que cuenta con un ingeniero agrónomo y eventualmente otros administradores y gestores destinados a coordinar e implementar la agrupación y ejecución de las tareas productivas. Formado el grupo organizador, se implementa un fondo común de inversión, con el fin de atraer inversores a partir de un esquema de siembra y una expectativa de rentabilidad que suele promediar el 25%, aunque con posibilidades de alcanzar tasas del 60%.
En los meses previos a la siembra, los pooles comienzan a publicar avisos en búsqueda de propietarios de tierras, ofreciendo arrendarlas. Se trata de contratos de arrendamiento temporarios por cosecha. Arrendada la tierra, se contratan los servicios de siembra, fumigación y cosecha, así como los seguros multirriesgo, generalmente estableciéndose el precio en la misma unidad que el producto a ser cosechado (ej. en pesos por tonelada de soja). Vendida la cosecha, se distribuyen las ganancias entre los inversores. Se lo denomina al conjunto de cosechas. Ambas como tales, la siembra,etc.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Expansión de la Frontera agropecuaria.




  • La intensa transformación del paisaje asociada a la expansión de la frontera agrícola en Argentina requiere considerar sus consecuencias ambientales a diferentes escalas espaciales.

    La superficie dedicada a cultivos anuales se ha expandido durante el periodo 1988-2002 a una tasa anual media superior al 0.27%, siendo en la región Pampeana donde se produjo el mayor crecimiento: 14.3% en Córdoba; 9.9% en Entre Ríos, 9.8% en Santa Fe y 6% en Buenos Aires. Sigue en importancia la región Chaqueña en donde la superficie cultivada se incremento 4% (4.3 millones de Ha.) en las provincias de TELEDETECCIÓN - Hacia un mejor entendimiento de la dinámica global y regional Ed. Martín, 2007, ISBN: 978-987-543-126-3 Salta, Santiago del Estero y Chaco (Paruelo etal. 2005). La expansión agrícola Pampeana se produjo a expensas de pasturas y remanentes de pastizales naturales, mientras que en la Región Chaqueña ocurrió fundamentalmente sobre bosques nativos.

    Una de las externalidades negativas de la conversión de tierras naturales a cultivos es el incremento en los procesos erosivos, es decir, una mayor salida de sedimentos y otros contaminantes desde el predio, asociada a un incremento en la tasa de escurrimiento superficial.

    Este proceso trae varias consecuencias sobre los cauces, ambientes ribereños, y sus sumideros (humedales, lagos, marismas, estuarios) tales como mayores tasas de sedimentación y colmatación, eutrofización, pérdida de capacidad de regulación del régimen hidrológico, y mayor intensidad de inundaciones.





    En los últimos años se ha desarrollado, en Argentina, un intenso debate en torno a dos aspectos relativos a la realidad agrícola del país. Por un lado, la expansión de la frontera agrícola y, por otro, la concentración relativa de la producción agraria local en el cultivo  de la soja. Con la finalidad de aportar información acerca de esta cuestión, se analiza la dinámica del área sembrada de los cuatro principales granos: soja, girasol, maíz y trigo en la República Argentina, durante el ciclo 80/81 al 06/07.

    La superficie sembrada de los 4 granos varía de 13.511 miles de ha en la campaña 80/81, a 27.777 miles de ha en la campaña 06/07, muestra en 86/87 la mayor disminución anual (11%) y el mayor incremento ocurre en 96/97 (18,9%).

    La variación porcentual por cultivo en el período 81/07 es de 738,5 en soja, 71,3 en girasol, (-10,5) en maíz y (-8,4) en trigo. En la última campaña la superficie relativa ocupada es de 58,1 por soja; 20,4 trigo; 12,9 maíz y 8,6 girasol.

    Diecinueve provincias argentinas tienen en algún período de la serie analizada una superficie sembrada mayor a las mil hectáreas. La tasa de crecimiento promedio de superficie total es de 3,9% anual.

    En la campaña 06/07, once provincias incrementaron su superficie respecto a la 80/81 (Chaco, Santiago del Estero, Salta, Córdoba, Bs. As., S. Fe, E. Ríos, La Pampa, Tucumán, Jujuy y Catamarca) y ocho la disminuyeron (Formosa, S. Luís, Corrientes, Misiones, Río Negro, Neuquén, San Juan y Mendoza).

    Evolución de la superficie de los granos por cultivo:
    Trigo: en la campaña 80/81 se sembraron 6,196 millones de hectáreas y en 06/07, 5,676 millones de trigo. El valor promedio de la tasa anual de crecimiento muestra una disminución de superficie de (-0,3%).

    Las tres primeras provincias en superficie sembrada son Bs. As., Córdoba y Santa Fe respectivamente y han mantenido ese orden a través del tiempo.

    Maíz: la superficie sembrada disminuye en (-10,54%) entre las campañas 80/81 y 06/07 y la tasa anual de crecimiento es de (-0,4%).

    Actualmente Córdoba siembra con maíz el 32,5% de la superficie del país, Bs. As. 25,7%, S. Fe 11,66%, E. Ríos 6,17%.

    Girasol: la provincia de Bs. As. ocupa el primer puesto en superficie sembrada con girasol en toda la serie histórica considerada. En la campaña 06/07, La Pampa, Chaco, S. Fe, Córdoba, ocupan el 2º, 3º, 4º y 5º lugar respectivamente.

    La superficie promedio de todo el período es 2,4835 millones de hectáreas, desde la campaña 00/01 no se ha podido superar ese valor.

    Soja: la superficie promedio del período es de 7,1575 millones de hectáreas. A partir de la campaña 97/98 en adelante siempre supera esa cifra. El crecimiento anual promedio es del 27,3%.

    Córdoba, Bs. As. y S. Fe ocupan en la campaña 06/07 el 74,5% de su superficie, E. Ríos, Santiago del Estero, Chaco y Salta el 8,90; 4,98; 4,41 y 2,96% respectivamente.

    En conjunto las dos oleaginosas soja y girasol en todos los períodos analizados muestran crecimiento, los mayores valores de expansión de superficie se encuentran en 83/85, 32% y 97/99, 19,3%.


    Provincias con mayor tasa relativa de crecimiento de superficie:

    Santiago del Estero es la provincia que tiene la mayor tasa de crecimiento en superficie promedio total (795%). La superficie ocupada promedio en 01/07 es en soja de 67,6%; en trigo 16,7%; en maíz 10,2% y 5,5% en girasol. En 06/07 con 1,165 millones de ha ocupa el sexto lugar en superficie sembrada del país y representa el 4,2% del total.

    El segundo lugar lo ocupa Chaco con 449% de incremento de superficie promedio. En 01/07 la soja representa el 58,3%; girasol 23,3%; maíz 9,0% y trigo 9,5% de 1.121 ha. En 06/07 ocupa el quinto lugar en superficie sembrada y representa el 4,9% del país.

    Entre Ríos ocupa el tercer lugar en incremento relativo de superficie (425%) y el cuarto lugar en valores absolutos de superficie sembrada (1,9618 millones de ha), representando el 7,1% del país. En la campaña 06/07 la soja ocupa el 73,2% de la superficie total, el trigo 14,5%, maíz 9,5% y girasol 2,8%.

    Salta es la provincia que ocupa el cuarto lugar en incremento relativo de superficie media (365%) desde 80/81 a 06/07. En la campaña 06/07 soja ocupa el 73,4%, 19,2% trigo y 7,4% maíz, con un total de 650 mil hectáreas sembradas, ocupando el octavo lugar en valores absolutos de superficie. La participación relativa en la superficie sembrada argentina en 06/07 es de 2,3%.

    Catamarca ocupa el quinto lugar en incremento relativo de superficie (226%). En la última campaña la soja ocupa el 65,7%, el trigo el 21,4% y el maíz el 12,9% de 70 mil ha, representando el 0,3% de la superficie sembrada del país.

    En el análisis de la superficie sembrada de las restantes provincias se destaca Bs. As. que ocupa el primer lugar en superficie sembrada, Córdoba el segundo y Santa Fe el tercero. Desde la campaña 80/81a la 06/07 Bs. As. incrementó el área en 52%, Santa Fe en 84% y Córdoba en 152%.

    En la última campaña estas provincias tienen la siguiente composición de cultivos:

    Bs. As. 44,4% en soja; 12,9% en girasol; 10,1% maíz y 32,7% trigo.

    Córdoba 67,4% en soja; 1,5% en girasol; 17,3% en maíz y 13,7% en trigo.

    Santa Fe 73,1% en soja; 4,1% en girasol; 7,9% en maíz y 14,9% en trigo.

    Bs. As. incrementa el área de soja y girasol y disminuye trigo y maíz en la década del 80, similar comportamiento se observa en 01/07. En los 90 aumentan todos.

    Córdoba en el transcurso de los 80 incrementa la soja y el girasol (maíz y trigo disminuyen), en 01/ 07 aumentan soja, maíz y trigo y disminuye el girasol.

    En los 80 Santa Fe incrementa soja y girasol, disminuye maíz y trigo, en 91/00 incrementa soja y maíz y el resto de los cultivos disminuyen, 01/07 incrementa soja y girasol y disminuye trigo y maíz.
    La Pampa posee en 06/07, 1,1236 millones de ha sembradas. En la campaña 97/98 tiene el pico máximo de superficie 1,506 millones de ha y a partir del siguiente año disminuye paulatinamente la superficie.
    Tucumán: en la campaña 06/07 presenta 538,2 miles de ha sembradas, ocupa el noveno lugar en el país y el 1,9% del área sembrada. En la campaña 06/07; 52,3% en soja; 40,9% en trigo y 6,8% en maíz.

    Corrientes: en 01/07 disminuye la superficie media en (-7%) con respecto al 81/90, Su representación en el orden nacional disminuyó del 0,5 al 0,2%.

    San Luis: superficie total 240,3 miles de ha, disminuye en la campaña 06/07 en relación a 80/81 en (-18,2%). Representa el 0,9% de la superficie sembrada del país. En la última campaña 06/07; 36,6% corresponden a girasol, 34,5% soja y 27,1% maíz y 1,7% trigo.

    Misiones: disminuye la superficie total en (-42,4%); en 06/07; 33,2 miles de ha ocupando maíz el 97% y soja el 3%.

    Formosa: en 06/07; 28,8 miles ha sembradas, compuestas por 66% de maíz, 20,8% soja; 11,8% girasol y 1,4% trigo, la superficie disminuyó con relación a la campaña 80/81 en (-6,3%).

    Jujuy: en la última campaña 06/07 se sembraron 11,8 miles de ha, de las cuales 50,8% correspondieron a soja, 44,1% maíz y 5,1% a trigo.

    Río Negro, Jujuy y Mendoza producen más de mil hectáreas hasta la campaña 89/90, a partir de ese momento disminuyen la superficie sembrada.

    miércoles, 2 de noviembre de 2011

    El papel del Estado.

    La soja se ha convertido en los últimos años en un pingüe negocio en la Argentina y otros países. Su producción y comercialización ilustran con claridad meridiana la manera en que el sistema económico actual funciona y sus efectos ecológicos y sociales a nivel global. Diríamos que el funcionamiento del negocio de la soja es un síntoma de los resultados concretos que acarrea la ideología neoliberal con su énfasis unilateral en un crecimiento económico que no repara ni en la creciente destrucción de la naturaleza ni en el aumento acelerado de la distancia entre ricos y pobres.
    Para muestra, un botón: el caso de Anta
    Es el caso del «complejo sojero» que incluye al departamento de Anta (al sur de la provincia de Salta, Argentina), que forma parte del Chaco salteño y ha sido objeto de un cuidadoso estudio por parte de Chris van Dam (2002). Este departamento, el segundo más pobre del país (28-29) y ubicado en «el polo de calor de América del Sur» (39), se constituyó —a partir de los primeros años de la década de 1990— en una suerte de paradigma de la agricultura a gran escala, fuertemente dependiente de capitales transnacionales, que hoy caracteriza a extensos sectores de las zonas rurales en América Latina.
    Varios factores contribuyeron al desarrollo espectacular de la producción de soja en un territorio largamente sometido al desmonte sin medida para fines agropecuarios y a la degradación ambiental causada principalmente por la ganadería. Un factor fue el muy bajo valor económico de la tierra, lo que hizo posible la adquisición de miles y miles de hectáreas a precios irrisorios. Otro factor fue el volumen del capital invertido en maquinaria agrícola sofisticada para todo el proceso de producción, desde la preparación del suelo hasta la siembra y la cosecha. Un tercer factor fue la introducción de nuevas modalidades de cultivo, incluyendo la siembra directa o labranza cero,[1] que comenzó en 1992 y se convirtió en la práctica común en pocos años, y el uso de semillas transgénicas, es decir, modificadas genéticamente. Un factor adicional fue la desgravación impositiva basada en una política gubernamental de desarrollo agropecuario. Todos estos factores hicieron y hacen posible una alta rentabilidad.
    Por otro lado, sin embargo, hay que tomar muy en serio las consecuencias negativas que tiene esta modernización agrícola tanto en el campo ecológico como en el social. En efecto, en el campo ecológico la siembra directa requiere la utilización de más herbicidas para contrarrestar la propagación de malezas como consecuencia de la humedad presente debajo del rastrojo. Con la alteración del ecosistema aparecen nuevas plagas y enfermedades que requieren grandes cantidades de agroquímicos. Aunque en los cultivos de la soja transgénica se ha reducido a dos el número de herbicidas (RoundUp y 2-4-D), las cantidades del 2-4-D requeridas son altas y afectan tanto la salud de la población como a mucha de la vegetación de la región, incluyendo las arboledas y los frutales del centro poblado, Las Lajitas.
    Las consecuencias sociales de la modernización en función del incremento de las ganancias a corto plazo no son menores. Van Dam (85) sintetiza el problema en los siguientes términos:
    “A principios de la década de los ´90, con las nuevas reglas de juego que las políticas neoliberales le imponen al agro, se produce un proceso de polarización por el cual sobreviven y se expanden los sectores que logran modernizarse productivamente, quedando eliminados los pequeños productores cuya debilidad en términos financieros y tecnológicos no les permite competir con el primer sector.
    Con el crecimiento de la demanda aumenta drásticamente el precio de la tierra y se coloca más allá del alcance de la gran mayoría de agricultores locales, que tienen que vender o alquilar sus propios campos, contribuyendo así a la concentración de grandes extensiones de tierra cultivable en una elite poderosa.
    A esta abusiva expulsión del campo que sufren los campesinos por razones financieras se añade la dramática reducción de mano de obra que acompaña a la modernización tecnológica y a la siembra directa, [2] lo cual resulta en un mayor empobrecimiento de los habitantes locales en general, especialmente en los centros urbanos. Lo que antes hacían los jornaleros, ahora lo hacen las máquinas. Los pocos obreros especializados requeridos, primordialmente para la siembra, la fumigación y la trilla, casi siempre vienen de afuera y su capacitación técnica corre por cuenta de las empresas de agroquímicos y semillas, o de las cerealeras presentes en la zona: Monsanto, Cargill, Dekalb, Continental, Pioneer, Zeneca. Sin tierra y sin trabajo, los campesinos en general se ven forzados a vivir de «changas» o a emigrar a zonas rurales marginales o a los centros urbanos. Los pocos que logran sobrevivir lo consiguen a costa de muchos sacrificios, dedicando sus minifundios a la producción agrícola y ganadera de subsistencia, destinada al consumo propio y al consumo interno, local o regional.
    La conclusión a que llega la investigación de Van Dam es que el boom sojero en el Chaco salteño ha dado lugar a una «economía enclave» basada mayormente en mega empresas y capitales extranjeros y orientada conscientemente hacia los mercados extra-regionales y externos, sin ningún interés en el desarrollo rural local. Es posible mediante el control de miles y miles de hectáreas del territorio nacional dedicadas a un monocultivo que beneficia a los inversores, pero arroja un saldo ecológico y social completamente negativo para toda la región. Perpetúa tanto la degradación ambiental como la injusticia en la distribución de la tierra y el consecuente empobrecimiento de las mayorías.
    Cabe anotar que lo que sucede con el boom sojero en el Chaco salteño también sucede en dondequiera que se dedica la tierra a la agricultura comercial y la agroindustria, con el proceso productivo bajo el control de grandes intereses económicos. Desaparece el cuidado de los recursos naturales —incluyendo la tierra— y la biodiversidad, y desaparece a la vez el sentido de solidaridad humana. Lo único que interesa es la maximización de la ganancia a corto plazo.
    El papel del Gobierno en perspectiva neoliberal
    ¿Qué papel desempeña el Gobierno nacional desde la perspectiva de los empresarios agropecuarios, protagonistas del boom sojero en la Argentina? Al Gobierno nacional se lo concibe como la institución política encargada de incentivar la inversión empresarial en aras del crecimiento económico, proteger el derecho de propiedad privada, dinamizar la producción, asegurar que el mercado libre funcione de manera eficiente y transparente. Así concebido, el Gobierno no tiene por qué interferir en las relaciones económicas, las cuales dependen del mercado. Se da por sentado que la «mano invisible» del mercado regulará esas relaciones para beneficio de todos.
    Lo que sucede en la vida real, como hemos visto en el caso del boom sojero en el Chaco salteño, demuestra que este fundamentalismo del mercado favorece a los que tienen de su lado el poder del dinero y reduce a la pobreza a los que no lo tienen. La «economía enclave» no incluye en su agenda el bien común, no se conduce de acuerdo con principios éticos que tienen que ver con las relaciones de los seres humanos entre sí o con el ecosistema. Es la economía en la cual, como afirma George Soros (1999:77), «la gestión del dinero requiere una dedicación inquebrantable a la causa de ganar dinero, y todas las demás consideraciones deben subordinarse a ella».
    A la luz del fundamentalismo del mercado que hemos descrito se entiende el actual conflicto de productores agropecuarios con el Gobierno argentino: es primordialmente un conflicto de los protagonistas del boom sojero en defensa de sus intereses sectoriales. El núcleo duro del diferendo son las retenciones móviles, es decir, los impuestos que la Aduana cobra por las exportaciones del agro, como también por la venta externa de petróleo o de oro o cobre. A pesar de las diferencias que existen entre sí, las cuatro entidades que representan a los productores (Sociedad Rural, Confederaciones Rurales Argentinas, Federación Agraria y Coninagro) están de acuerdo en su rechazo de dichas retenciones, que para ellas representan una imposición gubernamental arbitraria. Lo que está en juego no es ni más ni menos que la autoridad del Gobierno para decidir la política económica, en este caso en relación con la exportación de granos. En línea con la ideología neoliberal, las retenciones son una intromisión que expresa el autoritarismo de un gobierno «anti-desarrollo», «anti-progreso», «anti-crecimiento», y que atenta contra la rentabilidad del agro. ¡La única respuesta que cabe por parte de los productores es la resistencia en forma de paros que obliguen al Gobierno a retraerse!
    El cuadro se complica si se toma en cuenta que, por detrás del conflicto, hay actores invisibles. Por un lado, las compañías exportadoras de granos, como Cargill,[3] Monsanto,[4] Syngenta, Bayer, YPF Fertilizantes y Nidera, que son las que tienen que pagar las retenciones para luego descontarlas del precio que pagan a los grandes productores. Por otro lado, los medios periodísticos, especialmente La Nación y Clarín, socios sojeros en Expoagro. [5] ¿Cabe sorprenderse de que la cobertura que estos medios han hecho del «paro agropecuario», lejos de reflejar la realidad con responsabilidad ética periodística —como corresponde—, se reduzca a una construcción informativa que favorece sin reparos a los empresarios del agro y proyecta una imagen totalmente negativa de las medidas gubernamentales relativas a las retenciones? [6]
    El presente conflicto de los empresarios del agro con el Gobierno plantea con mucha fuerza el interrogante sobre el papel del Estado en las relaciones económicas. Quienes pretenden que éstas sean regidas por el mercado no toman en cuenta lo que George Soros, un millonario exitoso, reconoce: que «el valor dominante en el sistema capitalista global es la búsqueda de dinero» (145) y que, en una democracia, los políticos no existen para ponerse al servicio de los grandes intereses económicos sino, por el contrario, «deben ser receptivos a las demandas populares» (270), es decir, a las demandas de las grandes mayorías. Si el gobierno, cualquiera que sea, no cumple ese papel, los peces grandes se devoran a los chicos y las demandas populares son desoídas permanentemente.
    Notas
    [1] La Argentina es actualmente el líder mundial en el uso de este método de cultivo. En el 70% de su superficie agrícola se hace uso de este método, en contraste con el 6% a nivel mundial.
    [2] En el modelo de producción sojera que está en boga basta una sola persona para cada 500 hectáreas. Esto redunda en la pérdida de cuatro de cada cinco puestos de trabajo en el campo.
    [3] Cargill, una compañía estadounidense, es la más grande de las compañías que exporta granos desde la Argentina. Cuenta con 3600 empleados en el país, y en los últimos años exportó un promedio del 22% de los granos enviados al exterior.
    [4] Monsanto, una compañía agroquímica transnacional, se ocupa de producir y comercializar semillas modificadas por métodos genéticos y los insumos que se utilizan para su cultivo, incluyendo los agrotóxicos.
    [5] Expoagro es una muestra agropecuaria anual que tiene el propósito de hacer demostraciones de siembra y cultivo con maquinarias y mueve anualmente cientos de millones de dólares. Cuenta con la participación de empresas como Bunge Fertilizantes y Monsanto, como también de la ONG AAPRESID. Las ventas en Expoagro 2008 llegaron a US$170 millones.
    [6] Ver en «Análisis de la actuación de los medios en el lockout agropecuario», un informe emitido por la Universidad de Buenos Aires sobre la base de un punteo para el análisis de medios realizado entre el 26 de marzo y el 3 de abril de 2008. Según este informe, «nunca quedaron tan evidentes como en estos días los modos de construcción [tergiversada] de la información». Tal construcción es un buen ejemplo de lo que se ha denominado «dictadura de la información».





    Consecuencias del modelo agroexportador sojero


    Entre muchos otros, se encuntra la Pampeanización del agro: la soja que comenzó sembrándose en la llanura pampeana, hoy desplazó a otros cultivos en otras regiones, por ejemplo: Santiago del Estero es la 4ta provincia productora de soja, Tucumán redujo la superficie cultivada de caña de azúcar y batata por soja, Chaco redujo cultivo de algodón y prov de Buenos Aires y Entre Ríos de frutales.
    La pampeanización de la Argentina
    La intensificación agrícola de la década pasada y actual promovida por la globalización monopólica de los alimentos, ha generado algunos beneficios sectoriales pero también cambios relevantes en la estructura agraria. Todo este proceso ha llevado a una acelerada agriculturización o más bien una sojización del modelo que eliminó el planteo mixto y transformó, especial pero no únicamente a toda la Región Pampeana, en un área
    eminentemente de monocultura sojera. Sí en cambio, el fuerte desplazamiento hacia la monoproducción, pone en tela de juicio la sustentabilidad de todo el sistema productivo nacional, dado que con las nuevas variedades de soja transgénica, las prácticas de
    cultivo se han extendido por doquier, avanzando sobre nuevos ambientes, hacia en Noroeste, el Noreste y el Oeste del país, generando una "pampeanización" de sistemas ecológicos altamente frágiles. El proceso alcanza ya al Oriente boliviano, el Paraguay, sur del Brasil y el Uruguay, que utilizarán a la Hidrovía Paraguay-Paraná para la salida de toda esta producción. Un proyecto de dudosas consecuencias ambientales que intenta profundizar el dragado del río a lo largo de 3.400 kilómetros del sistema fluvial y emprender otros trabajos de
    ingeniería que contribuirán a la salida de cada vez más grandes volúmenes de materias primas.
    Nuevamente, la falta de una política adecuada para detener los desmontes para la siembra de soja, de ricas áreas en biodiversidad como Las Yungas o el Monte Chaqueño, dejan una estela preocupante y un enorme pasivo ambiental en una historia que antes se produjo con el quebracho para la producción de tanino (Martínez Alier, 2003). Velozmente se desmontan hoy mismo, cientos de hectáreas de bosques y montes nativos que tardan mucho tiempo en desarrollarse. Cuando se elimina el bosque se reduce en forma notable la retención del agua
    de lluvia y aumentan la evaporación y los procesos erosivos (hídrica y eólica), se acentúa la amplitud térmica del ambiente, disminuye drásticamente la biodiversidad nativa, se suspenden el aporte de materia orgánica y nitrógeno y se interrumpe el desarrollo de suelos. El impacto que ejerce el hombre sobre los ecosistemas naturales queda perfectamente reflejado en la situación actual del Parque Chaqueño, donde desaparecen casi hasta la extinción el quebracho colorado, el quebracho blanco, los algarrobos blanco y negro, el guayacán, palo mataco, palo cruz, mistol, brea, chañar y otras maderas de ley. Los bosques se eliminan y son reemplazados aceleradamente por cultivos de soja, caña de azúcar, cítricos, algodón, tabaco, porotos y otros que avanzan constantemente por un proceso que está "incentivado por una política de expansión de la frontera agropecuaria que aporta facilidades crediticias, incluyendo desde el desmonte hasta la adquisición del equipamiento y agroquímicos. El desmonte, que viene efectuándose a una tasa de 30.000 hectáreas por año, continúa. Las facilidades crediticias también se destinan a la reforestación con otras especies exóticas de crecimiento más rápido para la producción de papel y maderas de baja calidad"(Atlas Argentino, 2003). La deforestación es muy notable en las provincias que actualmente están permitiendo una gran superficie de sus territorios a los nuevos avances de las sojas transgénicas, como Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero,
    Córdoba, Santa Fe, Chaco, Corrientes o Entre Ríos en un notable proceso de desmonte legal o ilegal, observándose además un incremento muy fuerte de las superficies afectadas por incendios, muchos de ellos intencionales en las áreas involucradas con no sólo el quemado de arbustales sino en algunos lugares la quema directa del bosque nativo. La situación de la Selva de Yungas, no deja de ser un ejemplo paradigmático de lo acontecido primero con el
    avance de la caña de azúcar y hoy en día directamente con la fuerte presión por sistematización de campos para soja. Aproximadamente un tercio de la superficie de las Yungas responde a la selva pedemontana, la de mayor riesgo frente a este avance. De casi 2.100.000 de hectáreas, el 75 % del total, es decir alrededor de 1.500.000 hectáreas ya han sido transformadas para la producción agrícola. Sólo en el área pedemontana, son más de cien las especies de árboles las que viven, de las cuales, 40 son exclusivas y 10 son de interés forestal actual, lo que implicaría la posibilidad de una explotación forestal racional y certificada, que no ameritaría su destrucción definitiva.
    El pasivo ambiental generado en tantas áreas del país se suma como veremos a la degradación y pérdida de estructura y nutrientes de muchos de los suelos más ricos del mundo, aquellos alojados en Pampa Argentina, y que fueron la base de su riqueza, que si bien siempre mal distribuida, permitió ciertos procesos de expansión y progreso del país en épocas pasadas. La fuga de materiales - resultado de la erosión - sumado a una extracción
    minera de nutrientes por parte de la agricultura y el abandono de las rotaciones con ganadería, está planteando que estos suelos se vean obligados a ser fertilizados masivamente, con agroinsumos sintéticos, en poco tiempo.
    Degradación, erosión y desertificación tienen una directa consecuencia ambiental, escasamente perceptible hasta su materialización en la imposibilidad productiva, lo que se manifiesta en algo aún más terrible: el aumento de la pobreza, la devaluación económica de los recursos y el aumento del costo social. La enfermedad ecológica nacional más grave de un país agroexportador como el nuestro, está vinculada al proceso de desertificación y a su manifestación más evidente hasta en los climas superhúmedos: La erosión (Morello y Pengue,2001). Sobreexplotación y subvaluación de los recursos: La Deuda Ecológica que crece.
    Pareciera ser que "la gran aspiración de esta ‘nueva agricultura’, sería un verdadero salto cuantitativo de la producción actual, liderada por la monocultura sojera, de real peligro para la diversidad biológica y la regeneración de los suelos"(INTA, 2003). "En la Argentina, hay alrededor de 60 millones de hectáreas con algún grado de erosión que equivale a la superficie de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe (en conjunto una superficie mayor a la de Francia). Tenemos las tres cuartas partes del territorio con procesos de aridez y semiaridez. El costo anual de esta erosión es de mil millones de dólares y si se toma solamente a la Región Pampeana, el calculo alcanza los 600 millones. Esas pérdidas se duplican, si contabilizamos los daños a la infraestructura (redes ferroviarias, viales, puentes, embalses)" (Casas, 2003). Por supuesto, estos costos se incrementan más cuando valorizamos las externalidades y la exportación de nutrientes, sin reposición natural, que se van con los cultivos (otros 900 millones de dólares con la cosecha actual) (Pengue, 2003) (Cuadro Nº 2). La sobreexplotación exportadora, sostiene al gobierno de la mano de las retenciones agropecuarias (alcanzan el 22 % de la exportación de granos), garantiza la continuidad en el pago de los servicios de la Deuda Externa y por otro lado incrementa día a día la Deuda Ecológica.

    Cuadro 2
    Producción de Soja en la República Argentina: Estimación de la exportación de nutrientes (Nitrógeno y Fósforo) y sus costos para la cosecha 2002/03 estimada en 34.000.000 de Toneladas.
    Nitrógeno Fósforo Total
    Nutriente extraído en Toneladas: 1.020.000 (1) 227.800 1.247.800
    Equivalente en Fertilizantes – Toneladas (2): 2.217.400 1.109.386 3.326.786
    Costo estimado de la reposición por lo exportado:
    u$s 576.524.000
    u$s 332.816.000
    u$s (3) 909.340.000
    1. Se debe tener en cuenta que aproximadamente existe un 50 % del nitrógeno es aportado por fijación biológica, que vuelve al suelo por fertilidad natural, si bien puede no estar disponible.
    2. El equivalente fertilizante, que nos permite estimar el valor de lo exportado, es decir lo mínimo necesario para la reposición es urea granulado por el nitrógeno (u$s 260 por tonelada) y superfosfato triple (u$s 300 por tonelada).
    3. A los dos nutrientes calculados, hay que considerar la importante extracción de otros elementos mayores como el K, Ca, Mg y S y oligoelementos como el B, Cl, Cu, Fe, Mn, Mo o Zn.
    Fuente: Pengue, 2003 (b).
    Los beneficios alcanzados por algunos sectores, no pueden disimular los daños ya claramente identificados:
    Impactos sociales (entre 1988 y 2002 desaparecieron 103.405 establecimientos a escala nacional, y más del 30,5 % en la Región Pampeana, alrededor de 60.000 menos), concentración y escala (la unidad económica pampeana pasó de 257 a 538 has.) (Cuadro Nº 3), en el país hay 127.565 familias de pobres rurales, efectos económicos como las externalidades ya enunciadas, pérdidas de prácticas sustentables (sólo en el último quinquenio la superficie sembrada con soja aumento un 75 % mientras que el maíz se redujo un 34 % y si llevamos la cifra a la última década el área sembrada con la primera fue de un 126 % mientras que la del maíz lo hizo sólo un 14 %, diez millones de argentinos están en la indigencia y 20 millones se encuentran 8 bajo la línea de pobreza con el 22 de la población desocupada, uno de cada cinco niños en Argentina está desnutrido, o sea que alrededor de 2.108.237 niños no tienen cubiertas sus necesidades básicas de alimentos, ventas subvaluadas de campos (17.000.000 de hectáreas ya están en manos de extranjeros) y fenómenos culturales que junto con los impactos ecológicos ni siquiera han sido mencionados o medidos correctamente. A esto se suma, y no es un tema menor, la inadecuada orientación de la política científica en el sector agropecuario, la corresponsabilidad entre eficiencia económica productiva y eficacia social o la contribución o no hacia los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

    miércoles, 26 de octubre de 2011


    Hoy el campo argentino presenta "otra realidad".
    El modelo agroindustrial implementado en el país en la década del 90 tiene sus raíces en el modelo norteamericano de desarrollo agroindustrial. Se trata de un modelo basado sobre el control de grandes empresas transnacionales sobre sectores claves del sistema agroalimentario, es decir el eslabón productivo, industrial y de distribución final de los productos.
    Hoy en día este modelo está asociado a la revolución BIOTECNOLÓGICA Y LA INGENERÍA GENÉTICA Y VINCULADA CON LA DIFUSIÓN MASIVA DE SEMILLAS TRANSGÉNICAS.
    Es un modelo
    RESISTIDO FUERTEMENTE A NIVEL PLANETARIO DEBIDO A LOS SEVEROS DAÑOS QUE CAUSA A NIVEL AMBIENTAL, SOCIAL ( SALUD HUMANA) Y ECONÓMICO ( AUMENTO DE BRECHA ENTRE RICOS Y POBRES).
    En Argentina, la fiebre sojera nace en los años 90, dado que si bien el cultivo de la soja comienza su expansión en los años 70, es en la década del 90 (cuando se aprueba la difusión de la soja transgénica en el país) que se inicia la sojización que perdura hasta nuestros días en nuestro territorio.
    La producción pasa de 3,7 millones de toneladas en 1980 a 47,5 millones de tn en el 2007, de los cuales casi en su totalidad es soja transgénica y se exporta.

    Hasta la década del 90, éste era un país de chacareros, cooperativas, industrias nacionales y de cadenas agroindustriales siendo claros ejemplos Terrabusi y Bagley. Había una lógica orientada a la exportación pero también de producir alimentos orientado al consumo popular masivo y el autoabastecimiento.
    Actualmente se opera bajo la lógica del "agronegocio". Dicho proceso se realiza en el marco de arreglos institucionales que facilitaron la consolidación de este sistema en el país. Se trata de un sistema que "propicia el control por parte de las empresas transnacionales de sectores claves: de la actividad" por ejemplo: la provisión de las semillas e insumos básicos (paquetes tecnológicos), la compra de tierras en algunas áreas, muy rentables para las transnacionales, el control del proceso industrial y comercialización.
    En este sentido un momento importante fue cuando en 1991 se firma el decreto de desregulación que eliminó las Juntas Nacional de Granos, de Carnes, etc, transformándose el agro argentino de la noche a la mañana en uno de los más desregulados del mundo, quedando sujeto a los vaivenes de la economía mundial.
    Otras medidas adoptadas fueron:
    • Flexibilización de las leyes de arrendamiento.
    • Privatización de silos.
    • Privatización de puertos.
    • Venta de los ferrocarriles.
    • Surgen los pool de siembra.
    • La industria alimenticia se extranjeriza
    Crecen los super e hipermercados con fuertes capitales extranjeros